Corría despavorido, el galopar de los caballos sonaba sobre los adoquines, sabía que no me podían atrapar, llevaba conmigo el libro. Había jurado proteger el secreto ante la cofradía y así debía ser, no podía caer en las manos equivocadas. La muchedumbre me buscaba con antorchas, los caballos seguían mi paso, nadie comprendía la importancia del libro, era necesario resguardarlo. Los comentarios de la conspiranoia habían surgido efecto, nos perseguían como brujos pero nadie comprendía bien el objetivo de nuestro actuar, había sido elegido como el iluminado y llevaría conmigo el secreto hasta la tumba. La neblina era mi mejor aliada, conocía las calles de la aldea como la palma de mi mano, había recorrido esos lugares una y mil veces, siempre cuidándome, sigiloso.
Era invierno y la oscuridad de la noche me abrazaba, los caballos se escuchaban cerca y mi cuerpo sufría los síntomas de la fatiga, jadeaba, ya no podía mas, bajo mis vestiduras traía conmigo los artilugios necesarios, era el día indicado, el ritual debía llevarse a cabo, los astros nos lo habían dicho. Debía llegar al refugio lo antes posible, llegue a las puertas de las catacumbas, era el lugar indicado, cerca de mí se escuchaban las voces de mis captores, pero al parecer los había perdido. Era el lugar indicado, pero el camino solo comenzaba, retome el aliento y camine por la oscuridad, nada desagradable para mí, era una de mis mejores aliadas, sin más que una antorcha en mis manos que había tomado desde la entrada del escondite. Escrituras de tiempos de antaño en las paredes adornaban ese recóndito lugar, contaban historias innumerables de la humanidad, cosas que nunca verían la luz, cifradas en el idioma de la tierra. Ese era el idioma que le revelaba a los que consideraba sus hijos, ese era el preciado regalo, su basta sabiduría, Pues así debía ser. La voluntad de la cofradía era resguardar el secreto y hoy comenzaría la cuenta regresiva, hoy sería un día muy importante para todos, pero nadie estaba al tanto.
Mirando los cielos por años el hombre aprendió el lenguaje de la tierra, la utilizo como fuente de su sabiduría durante Siglos, la respetó y conservó los comportamientos de las leyes naturales, aprendió como todo estaba relacionado, el sentido holístico de las cosas. Descendiente de una familia de druidas herede el conocimiento, aprendí la visión de las cosas con la base del respeto a las leyes naturales. Ahora tildados de paganos iríamos directo a la hoguera y peor aún, nuestro conocimiento no sería despreciado, si no utilizado por la iglesia reinante, fue así como la decisión del culto fue no dejar testimonio alguno de nuestro conocimiento, conservarlo junto a la vida, cifrarlo en el aprendizaje empírico, sin mayor evidencia que la memoria, callándolo con la muerte y devolviéndolo desde donde provenía, la tierra.
Las palabras fueron llevadas con el viento, la hoguera elevo el conocimiento de aquel libro, la profecía había sido revelada, la tierra viviría los cinco periodos, seria dominada por los cinco elementos (Aire, Agua, Fuego, Tierra y éter)...cada etapa era parte del siguiente peldaño, el destino ya estaba trazado y el hombre condenado, la purga sería inevitable. Pero solo algunos conocerían el secreto, la forma de salvarse era clara, la siguiente evolución sería inmaterial.
Era invierno y la oscuridad de la noche me abrazaba, los caballos se escuchaban cerca y mi cuerpo sufría los síntomas de la fatiga, jadeaba, ya no podía mas, bajo mis vestiduras traía conmigo los artilugios necesarios, era el día indicado, el ritual debía llevarse a cabo, los astros nos lo habían dicho. Debía llegar al refugio lo antes posible, llegue a las puertas de las catacumbas, era el lugar indicado, cerca de mí se escuchaban las voces de mis captores, pero al parecer los había perdido. Era el lugar indicado, pero el camino solo comenzaba, retome el aliento y camine por la oscuridad, nada desagradable para mí, era una de mis mejores aliadas, sin más que una antorcha en mis manos que había tomado desde la entrada del escondite. Escrituras de tiempos de antaño en las paredes adornaban ese recóndito lugar, contaban historias innumerables de la humanidad, cosas que nunca verían la luz, cifradas en el idioma de la tierra. Ese era el idioma que le revelaba a los que consideraba sus hijos, ese era el preciado regalo, su basta sabiduría, Pues así debía ser. La voluntad de la cofradía era resguardar el secreto y hoy comenzaría la cuenta regresiva, hoy sería un día muy importante para todos, pero nadie estaba al tanto.
Mirando los cielos por años el hombre aprendió el lenguaje de la tierra, la utilizo como fuente de su sabiduría durante Siglos, la respetó y conservó los comportamientos de las leyes naturales, aprendió como todo estaba relacionado, el sentido holístico de las cosas. Descendiente de una familia de druidas herede el conocimiento, aprendí la visión de las cosas con la base del respeto a las leyes naturales. Ahora tildados de paganos iríamos directo a la hoguera y peor aún, nuestro conocimiento no sería despreciado, si no utilizado por la iglesia reinante, fue así como la decisión del culto fue no dejar testimonio alguno de nuestro conocimiento, conservarlo junto a la vida, cifrarlo en el aprendizaje empírico, sin mayor evidencia que la memoria, callándolo con la muerte y devolviéndolo desde donde provenía, la tierra.
Las palabras fueron llevadas con el viento, la hoguera elevo el conocimiento de aquel libro, la profecía había sido revelada, la tierra viviría los cinco periodos, seria dominada por los cinco elementos (Aire, Agua, Fuego, Tierra y éter)...cada etapa era parte del siguiente peldaño, el destino ya estaba trazado y el hombre condenado, la purga sería inevitable. Pero solo algunos conocerían el secreto, la forma de salvarse era clara, la siguiente evolución sería inmaterial.
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